The dogmas of the
quiet past are inadequate to the
storny present. The occasion is piled high with
difficuly, and we must rise with the occasion.
As our case is new, so we must
think anew and act anew.
Abrahan Lincoln
storny present. The occasion is piled high with
difficuly, and we must rise with the occasion.
As our case is new, so we must
think anew and act anew.
Abrahan Lincoln
I believe that
every major new human experience
calls for a new theoretical response, different from
all earlier ones: a new theoretical paradigm is not
just a mental construct but a response to
a new empirical reality.
Rajni Kothari
calls for a new theoretical response, different from
all earlier ones: a new theoretical paradigm is not
just a mental construct but a response to
a new empirical reality.
Rajni Kothari
No cabe duda que uno de los temas más importantes que en la actualidad se
discuten, tanto en foros internacionales como en círculos académicos y
políticos, es el del medio ambiente. La inquietud por estos problemas conquistó
su lugar en el debate público, limitándose básicamente a los problemas de la
contaminación. Con esta visión restringida de la problemática ambiental se
iniciaron las discusiones previas a la Conferencia de Estocolmo sobre el Medio
Ambiente Humano (1972), entre cuyas actividades preparatorias fue de especial
significado la reunión de Founex (Ginebra, 1971). Fue allí donde por primera
vez se intentó establecer un vínculo entre medio ambiente y desarrollo.
La pregunta que se planteaba en ese momento podría formularse en los
siguientes términos: ¿son medio ambiente y desarrollo dos conceptos
excluyentes?, ¿existe una dicotomía entre ambos? O más bien, ¿tiene que
considerarse el medio ambiente como parte integral del desarrollo?
De ser correctas las dos primeras formulaciones, nos enfrentan a una
disyuntiva: la de elegir entre los objetivos del desarrollo o la meta de la
protección y el mejoramiento del medio ambiente. En cambio, la tercera
formulación asigna a la dimensión ambiental implicaciones socio-económicas y
políticas que obligan a reexaminar los conceptos de desarrollo y medio ambiente
y su interrelación mutua.
Por consiguiente, la aceptación de esta última postura --la que concibe el
medio ambiente como parte integral del desarrollo-- plantea la necesidad de
definir cómo y a través de qué elementos, estructuras, acciones y fenómenos se
hace manifiesta la relación medio ambiente-sociedad-desarrollo.
Uno de los logros más importantes de la Conferencia de Estocolmo fue
justamente demostrar que las políticas aisladas o las medidas ad hoc,
dirigidas a la solución parcial de los problemas ambientales, estaban
destinadas al fracaso a largo plazo. Ello se ha hecho evidente en algunas de
las llamadas crisis --por ejemplo, las de energía y alimentos--, en que las
interrelaciones entre componentes ambientales y sociopolíticos se manifiestan
concretamente.
El enfoque iniciado en Founex y Estocolmo, que se hiciera explícito más
tarde en la declaración de Cocoyoc (México, 1974) y que culmina con el informe
Brundtland, ha ido clarificando cada vez más la relación orgánica existente entre
el medio ambiente físico y los aspectos económicos, sociales y políticos que
definen un determinado uso de la naturaleza y de los recursos naturales. Tal
relación se manifiesta en estructuras e instituciones, en objetivos y
políticas, en planes y estrategias, tanto a nivel nacional como internacional.
El desarrollo humano se ha caracterizado por un constante incremento de la
capacidad cognoscitiva del hombre y de su poder para actuar sobre la
naturaleza. Sin embargo, dicho poder se ha visto enfrentado a un encadenamiento
dinámico de fenómenos y situaciones que paulatinamente se ha hecho más
evidente, planteándole nuevas exigencias en cuanto a sus acciones e
instrumentos, así como en cuanto a su manera de concebir y conceptualizar la
realidad. Preservar en un conocimiento «lineal», compuesto de innumerables
disciplinas paralelas, no alcanza a cumplir ya sus objetivos científicos ni
prácticos. El indispensable proceso de desarrollo supone complementariedades y
transformaciones que se dan en universos interdependientes. Las políticas
tendentes a frenar la creciente acumulación de desechos de todo tipo, las
aglomeraciones urbanas irracionales o el agotamiento de recursos básicos, no
pueden ir contra el proceso de desarrollo, sino más bien orientarlo,
armonizándolo y adecuándolo al medio ambiente, el cual es, en último término,
el que determina las posibilidades del desarrollo social y expansión económica
en el largo plazo.
La complejidad creciente de las interrelaciones entre fenómenos ha hecho
que la relación sociedad-medio ambiente se plantee cada vez más como un
problema mundial que, desbordando lo puramente físico y natural, atañe por
igual a todos los sistemas socioeconómicos y a todos los grupos sociales; esta
complejidad también preocupa a todas las ideologías. Es, asimismo, una relación
cuya comprensión sobrepasa el ámbito de las ciencias particulares, exigiendo un
constante esfuerzo de integración interdisciplinaria. Como señala Daniel P.
Moynihan, «tal vez el concepto de interdependencia ha llegado a ser el
principal elemento de una nueva conciencia en la sociedad mundial».
La relación hombre-naturaleza como
fenómeno social
El comportamiento obtuso de los
hombres
frente a la naturaleza condiciona
su comportamiento obtuso entre sí.
Karl Marx.
frente a la naturaleza condiciona
su comportamiento obtuso entre sí.
Karl Marx.
La relación hombre-medio ambiente natural es, antes que nada, una relación
unitaria, que implica una interacción recíproca entre ambas entidades, que
aisladas de su dialéctica carecen de sentido. No existe un medio ambiente
natural independiente del hombre: la naturaleza sufre siempre su acción
transformadora y a su vez lo afecta y determina en un proceso dialéctico de
acciones e interacciones.
La historia del hombre ha sido la búsqueda constante de instrumentos y
formas de establecer relaciones con la naturaleza y, a través de este proceso
histórico, la ha ido utilizando y adaptando a sus necesidades. Dicha
modificación permanente de la naturaleza afecta al mismo tiempo al hombre,
originando cambios en sus condiciones de vida y en las relaciones con sus
semejantes.
Dentro de este proceso dialéctico de influencias recíprocas, la relación
hombre-naturaleza no se da en términos abstractos, sino del hombre en tanto
grupo social, parte de un determinado sistema social, en un medio ambiente
específico. La relación del hombre con la naturaleza y la transformación que
deriva de esta relación es así un fenómeno social. No existe, por lo tanto, una
escisión entre sociedad y naturaleza o, mejor dicho, entre sistema social y
sistema natural, debiendo éstos ser concebidos como partes de un todo, como dos
subsistemas interrelacionados, integrados a un sistema mayor.
El contexto general dentro del cual se mueve el hombre está determinado,
por un lado, por aquellos fenómenos físicos, geofísicos, biológicos químicos,
etc., que plasman una realidad ambiental y cuya dinámica es la de los fenómenos
naturales. Y, por otro lado, por la presencia de la actividad humana, que
define la realidad social, realidad que --al transcurrir en una dimensión
histórica-- trasciende el medio natural.
Si se acepta esta interdependencia hombre-sociedad-medio ambiente, entonces
surge la necesidad de enfrentar la problemática ambiental dentro de sistemas
analíticos comprensivos, que representen, en forma adecuada, esa realidad que
históricamente se ha ido integrando hasta alcanzar una dimensión planetaria.
A lo largo de la historia, la acción del hombre sobre los procesos
naturales se ha ido materializando en lo que podría llamarse un medio ambiente
construido, que se superpone al medio ambiente natural: el proceso
social-histórico se lleva a cabo en un lugar dado, en un espacio que preexiste
a la vida humana y a cualquier sociedad. Se trata del espacio físico, natural
o, en su acepción más común, del medio ambiente. Con el devenir histórico se va
creando otro espacio que está básicamente determinado por las relaciones
humanas y por su modo de organización social. Junto al espacio físico
preexistente se construye así un espacio social. Ambos están estrechamente
interrelacionados, a tal punto que no es posible distinguir el uno del otro de
no mediar un proceso analítico.
Estas consideraciones permiten concebir la relación medio ambiente-sociedad
dentro de una dimensión espacial. Al mismo tiempo, es importante tener presente
la dimensión temporal subyacente a la interacción entre ambas entidades: la
relación sociedad-naturaleza no tiene sentido único; se trata de un proceso
esencialmente recíproco y cambiante. La intervención del hombre sobre el medio
ambiente y las consecuencias que de ello se derivan no son hechos o fenómenos
aislados, sino que transcurren dentro de un continuo temporal. Es preciso
entonces conocer las relaciones en sus movimientos, en su dinamismo, teniendo
en cuenta que la acción del sistema social está ligada a su historia y a los
tipos de organización que el grupo adopta en un momento específico.
Al abordar la dimensión temporal, la existencia de dos tipos de tiempos se
hace evidente: el tiempo en que transcurre la sociedad humana y el de los
sistemas naturales. El primero corresponde a la realidad social, que va
generando su propia sucesión a través de un proceso dialéctico, originando
nuevas relaciones entre los individuos y, por lo tanto, nuevos mecanismos de
regulación del proceso social y natural. Este recurso temporal está organizado
en secuencias, cuyo término está definido por el cambio cualitativo que resulta
de la interacción dialéctica producida en su seno.
El proceso social se lleva a cabo dentro del ámbito natural representado
por el conjunto materia-energía, constituyentes de la biósfera. Este conjunto
tiene también su tempo determinado por la duración de los
fenómenos biológicos, físicos, geofísicos y químicos. Su realidad temporal es
anterior a la de los fenómenos sociales y su ritmo es diferente.
Por lo general, las manifestaciones naturales son de muy largo transcurso,
en cuanto a cambio cualificativo se refiere, pero también pueden ser súbitas y
violentas, alterando por completo un proceso y afectando profundamente la base
natural sobre la que se asienta la vida humana. Por otro lado, la realidad
social y la acción humana van modificando la naturaleza a un ritmo determinado
de gestación y maduración previa a su manifestación percibible. Se gestan así
cambios en el sistema natural acordes a una realidad temporal propia del
sistema social.
La realidad social es regulada y modificada por el grupo de acuerdo con su
forma de organización, su sistema económico y su universo valórico. La realidad
natural es regulada a su vez por la dinámica de los fenómenos naturales.
Entre los sistemas sociales y el medio natural existe un mediador: la
tecnología. Cada vez en mayor medida el grupo social se sirve de este mediador
para obtener los bienes que requiere la satisfacción de sus necesidades. Dichas
necesidades cambian, dependiendo de las pautas culturales, de las estructuras
económicas, de las características políticas del sistema social en cada momento
histórico y del proceso de desarrollo. Se va produciendo así una progresiva
diversificación y una complejidad creciente en las necesidades sociales, que
requieren, para ser satisfechas, un proceso productivo más sofisticado. Con
ello, la relación sociedad-medio ambiente se torna más intrincada e
interdependiente.
La mayor complejidad de las relaciones medio ambiente-sociedad se
manifiesta históricamente en distintas formas de producción y en una red cada
vez más estrecha de relaciones entre ellas. La creciente integración del
sistema mundial introduce en este proceso dinámico un nuevo elemento. En
efecto, las acciones del hombre sobre un determinado ecosistema natural, en un
espacio geográfico definido, afectan otros sistemas naturales, a veces muy
distantes. Y, lo que es aún más importante, el proceso decisional en el mundo
de hoy se lleva a cabo en espacios sociales, económicos y naturales a menudo
diferentes y geográficamente distantes de aquellos en los que prácticamente se
ejecutará.
Se conforman así sistemas más globales de relaciones en los que la dinámica
entre medio ambiente y sociedad deja de ser inmediata para verse afectada,
influida o determinada por las acciones de otros grupos sociales distantes,
tanto espacial como temporalmente.
De lo anterior se deduce que medio ambiente y sociedad no sólo se deben
analizar en su dimensión espacial, sino también en función de los periodos
históricos por los que atraviesan y por las formas de organización social que
se adoptan en cada uno de ellos. Espacio y tiempo son, pues, las dimensiones en
que coexisten el sistema social y el sistema natural, no en tanto categorías
abstractas, sino como entidades reales de un proceso concreto. En este
contexto, periodos históricos y sistemas espaciales de relaciones generan sus
propias estructuras conceptuales que, en el marco de formas de producción
específicas, dictan estrategias de desarrollo y procesos de gestión del medio
ambiente.
No existe una ciencia que sea independiente de un determinado contexto
ideológico, sino más bien una relación funcional entre ciencia e ideología. Por
lo tanto, en el estudio de esa relación, hay que explicar cuáles son los
objetivos subyacentes de la forma de conceptualización utilizada para definir
la relación sociedad-medio ambiente.
Aunque tradicionalmente las ciencias económicas no se han ocupado en forma
explícita de dicha relación, ésta subyace, ya sea en la interpretación o en el
análisis del fenómeno económico y en los supuestos que en él se adoptan. Por
otra parte, el concepto de desarrollo es también un tópico relativamente
reciente, no definido por los clásicos, ignorado por los neoclásicos y
asimilado al crecimiento económico por los Keynesianos. Pero no cabe duda que
las políticas que se derivan de las diferentes doctrinas suponen un proceso de
desarrollo, una intención en relación con el futuro.
En general, las ciencias económicas reflejan una determinada ideología y
responde a la interpretación que, en función de esa ideología, se hace de una
específica situación histórica cada doctrina económica ha estado condicionada
por la circunstancia de su tiempo.
La relación entre la realidad y el pensamiento económico se concibe así
como un proceso dialéctico, que hace que el contenido doctrinal de la ciencia
económica vaya cambiando a medida que cambia la sociedad.
Si la realidad está constituida por lo natural y lo social en su
interrelación mutua, entonces la relación medio ambiente-desarrollo es
ineludible, íntima e inseparable. Esto implica que no es posible interpretar el
fenómeno del desarrollo prescindiendo de la dimensión ambiental y, consecuentemente,
que no es posible alcanzar objetivos y metas del desarrollo sin explicar la
dimensión ambiental.
Toda concepción de desarrollo que proponga y oriente la actividad económica
y social hacia determinados objetivos, ignorando el contexto ambiental del
sistema social, tarde o temprano llevará a un proceso de deterioro del medio
natural que, en el largo plazo, frustra el logro de los objetivos
socio-económicos. Por consiguiente, en el largo plazo, las consideraciones de
orden ambiental no pueden ser ignoradas so peligro de que el proceso de
desarrollo se vea comprometido. Por otra parte, una concepción estrictamente
ecologista o ambientalista, que haga abstracción del sistema social, sus
conflictos en términos de poder, sus desigualdades y sus desequilibrios,
ocasionará también un deterioro del medio ambiente, al no considerar los
factores causales de orden socal y económico que dan origen a este deterioro y
al aplicar criterios de racionalidad ecológica ajenos muchas veces a los
objetivos sociales. Así, por un lado, la sociedad opulenta explotará al máximo
el medio ambiente para satisfacer necesidades suntuarias o superfluas, mientras
que los más necesitados lo deteriorarán en su afán de proveerse con el mínimo
requerido para subsistir.
Los objetivos de desarrollo económico y social deben sustentarse en un
manejo adecuado del medio. Más aún, el medio ambiente es el conjunto de
recursos que pueden ser explotados con racionalidad económico-social y
ambiental, para el logro de objetivos de desarrollo válidos a largo plazo.
Aceptando este enfoque, se llega a un concepto de desarrollo que implica la
necesidad de un proceso armonioso con el medio ambiente que, al mismo tiempo,
no sacrifica sus objetivos sociales fundamentales.
Esta concepción de desarrollo exige no sólo una revisión del concepto
mismo, con vista a considerar la dimensión ambiental, sino también del alcance
de otros conceptos que han sido asimilados al de desarrollo, a fin de poner de
manifiesto la ideología implícita en cada uno de ellos y los modos de gestión y
acción son siguientes En ellos se han subrayado --dependiendo de quién utiliza
el término-- uno o más aspectos del problema, pero nunca su totalidad. Es
importante destacar que cada interpretación del término conlleva una política
definida, es decir, la aceptación de un determinado concepto presupone una
orientación en la acción futura. De ahí la necesidad de precisar la concepción
de desarrollo frente a otros conceptos que pertenecen a cuerpos teóricos
diversos.
Así, desarrollo y riqueza son conceptos similares para algunos. Para otros,
desarrollo equivale a riqueza e industrialización. Otros más identifican
desarrollo con riqueza y tienden a definir una política que maximice la
riqueza, mientras que los que asocian el desarrollo con la industrialización
propiciarán la creación de industrias, y quienes identifican desarrollo y
crecimiento promoverán un proceso de expansión económica. Cada uno de estos
conceptos tiene sus raíces en interpretaciones económicas elaboradas en
determinados momentos históricos, para responder a problemáticas específicas y
propias de la coyuntura, y reflejarán además la ideología de quienes teorizaron
y racionalizaron una situación dada, con vistas a justificar la acción
política.
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