¿Qué es el suelo?
La palabra suelo se deriva del latín Solum, que significa tierra suelo o
parcela. Los suelos se forman por la combinación de 5 factores interactivos:
·
Clima
·
Material parental
·
Topografía
·
Organismos vivos
·
Tiempo
Los suelos se
forman de 4 grandes componentes:
45% materia mineral
5% materia orgánica
25% agua
25% aire
45% materia mineral
5% materia orgánica
25% agua
25% aire
El suelo o capa superficial de la
tierra, es una formación de materias minerales y orgánicas producidas por la
acción geológica continuada, combinación de agentes atmosféricos como el viento
o el agua, y los procesos de descomposición llevados a cabo por los
microorganismos.
Química del
suelo
El suelo es,
químicamente, un complejo laboratorio de la naturaleza. En él se producen
numerosas reacciones químicas, muchas de ellas difíciles de explicar, y otras
más simples cuyos procesos pueden ser estudiados y comprendidos.
Básicamente,
los suelos están compuestos de partículas minerales llamadas silicatos, los
cuales constituyen los productos fundamentales de la corteza terrestre (el
95%), pues se encuentran formando parte de muchas rocas y minerales.
Cuando
hablamos de la arena, arcilla, caliza, etc., nos estamos refiriendo en realidad
a diferentes formas de silicatos. Los silicatos más importantes son los de
sodio y potasio (vidrios solubles), los que componen el vidrio y el cristal
(calcio), los del aluminio (arcilla o caolín), los del magnesio (talco), etc.
Por su parte,
el suelo alberga muchos nutrientes importantes para el crecimiento de las
plantas, tales como nitrógeno, fósforo, potasio, hierro, magnesio, azufre y
calcio. De todos ellos, hay tres elementos principales y fundamentales, el
nitrógeno, fósforo y potasio, que deben encontrarse en los suelos en formas
asimilables por los vegetales, y sin los cuales no pueden desarrollarse.
Además de los
citados, existen otros elementos llamados oligoelementos que, aunque también
son fundamentales para las plantas, sólo los necesitan en muy pequeñas
cantidades, como son el boro, cobre, cinc y manganeso; suelen encontrarse en
cantidades suficientes en los suelos pero la falta de alguno de ellos puede
resultar grave para la plantas.
Los coloides
Los coloides
son unas partículas microscópicas de óxidos hidratados de determinados
minerales, como hierro, aluminio, silicio, etc., que se mueven con el agua y
son fundamentales para que las plantas puedan obtener los nutrientes del suelo.
Su textura es parecida a la arcilla y no se disuelven en el agua, sino que se
mezclan y dispersan con ella. Los coloides se forman por meteorización física y
química de los minerales primarios (véase más adelante el apartado: componentes
primarios de los suelos). Son apropiados como catalizadores por ser muy
absorbentes, debido a su gran superficie.
En la
agricultura tiene especial importancia las propiedades físicas de los coloides.
La lixiviación, que es la separación de una sustancia soluble de otra insoluble
por medio del agua, es un efecto indeseable en las tierras de cultivo, pues los
coloides de compuestos originales del suelo, como calcio, potasio, sodio, etc.,
pueden ser lavados y desplazados, dejando un terreno ausente de nutrientes para
las plantas.
En las
regiones donde las precipitaciones son escasas y con pocos acuíferos
subterráneos, los suelos conservan más fácilmente los nutrientes, al existir
una escasa lixiviación. Por su parte, donde las aguas son torrenciales, o se
riega por anegación del suelo, la capacidad de lixiviación del terreno se
incrementa notablemente. Los riegos por aspersión o goteo son, en estos casos,
los más aconsejables para evitar el movimiento de los coloides a través de los
canales o láminas de agua formados por las escorrentías.
Intercambio
de bases
El
intercambio de bases es una reacción química muy importante en los coloides.
Básicamente, el proceso consiste en que un elemento mineral que forma parte de
un compuesto, puede liberarse de éste al entrar en contacto con el agua (se
disuelve en el líquido), y de esta forma queda a disposición de las plantas
para ser asimilado como un nutriente.
Cuando
añadimos al suelo un fertilizante o un elemento mineral necesario, estamos
favoreciendo el intercambio de bases. Por ejemplo, una actividad agrícola muy
común en los terrenos ácidos (que tienen un exceso de concentración de iones de
hidrógeno) es corregirlos añadiendo caliza, en esa operación la caliza
reacciona con el hidrógeno y lo neutraliza; esto es necesario si deseamos
cultivar la gran mayoría de plantas, como las legumbres, ya que los suelos
ácidos son inviables para su normal desarrollo.
Otro ejemplo
de intercambio de bases es el que sucede cuando incorporamos al suelo un
fertilizante tan importante como es el potasio; parte de él se disolverá en la
solución del suelo con el agua de riego o de lluvia, quedando de esta forma a
disposición de las plantas para su asimilación como nutrientes, mientras que
otra parte participará en el intercambio de bases y se incorporará a los
coloides permaneciendo en los suelos como reserva.
Formación del suelo
El suelo puede formarse y evolucionar a partir de la mayor parte de los materiales rocosos, siempre que permanezcan en una determinada posición el tiempo suficiente para permitir las anteriores etapas. Se pueden diferenciar:
- Suelos autóctonos, formados a partir de la alteración de la roca que tienen debajo.
- Suelos alóctonos, formados con materiales provenientes de lugares separados. Son principalmente suelos de fondos de valle cuya matriz mineral procede de la erosión de las laderas.
La formación del suelo es un proceso en el que las rocas se dividen en partículas menores mezclándose con materia orgánica en descomposición. El lecho rocoso empieza a deshacerse por los ciclos de hielo-deshielo, por la lluvia y por otras fuerzas del entorno:
- El lecho de roca madre se descompone cada vez en partículas menores.
- Los organismos de la zona contribuyen a la formación del suelo desintegrándolo cuando viven en él y añadiendo materia orgánica tras su muerte. Al desarrollarse el suelo, se forman capas llamadas horizontes.
- El horizonte A, más próximo a la superficie, suele ser más rico en materia orgánica, mientras que el horizonte C contiene más minerales y sigue pareciéndose a la roca madre. Con el tiempo, el suelo puede llegar a sustentar una cobertura gruesa de vegetación reciclando sus recursos de forma efectiva
- Cuando el suelo es maduro suele contener un horizonte B, donde se almacenan los minerales lixiviados.
Componentes primarios de los suelos
Además de los distintos minerales o nutrientes solubles de los suelos que son asimilables por las plantas por disolución en el agua, se distinguen una serie de componentes primarios.
Se pueden clasificar éstos en los siguientes:
Materia
inorgánica
Los
compuestos inorgánicos de los suelos no pueden ser absorbidos por las plantas
al encontrarse en estado mineral (no disueltos), y son por lo tanto
químicamente inactivas en términos de nutrientes para los vegetales. Resultan
de la meteorización de la roca madre y rocas superficiales de la corteza
terrestre. Constan de partículas de tamaños variados, que oscilan entre
arenillas de 0,025 mm. y gravas o piedras de varios centímetros de diámetro.
La naturaleza
física de las partículas inorgánicas del suelo determina su capacidad para
retener o almacenar el agua, elemento éste que es vital para que las plantas
puedan desarrollarse con normalidad. Algunas partículas inorgánicas muy
pequeñas, como las que forman parte de las arcillas, aunque no aportan
nutrientes por si mismas, si funcionan como almacén de muchos nutrientes que se
van acumulando entre ellas, y que las raíces de las plantas pueden asimilar.
Materia
orgánica
La materia
orgánica del suelo es un factor muy importante para el desarrollo de las
plantas. En las asociaciones vegetales climácicas (estables), son
autosuficientes gracias a la constante absorción por los suelos de los restos
de materia vegetal en descomposición (además de pequeños animales del suelo),
que se va renovando con los propios vegetales del entorno en un ciclo ecológico
indefinido. Por esta misma razón, se entiende el porqué la fracción del suelo
correspondiente a la materia orgánica en los suelos de turba (origen del
carbón) llega alcanzar el 95%; en las regiones húmedas entre el 2 y 5%, y en
los suelos áridos o desérticos de tan solo 0,5%.
La materia
orgánica de los suelos puede ser viva, como microorganismos o animales edáficos
(típicos del suelo), o muerta en descomposición de procedencia animal o
vegetal; la consolidación de estas materias forman lo que se denomina humus. El
humus es una mezcla de sustancias dinámica, es decir, en constante cambio.
En el proceso
de descomposición entran numerosas bacterias y hongos microscópicos, que
digieren los compuestos orgánicos más complejos de la materia transformándolos
en otros más simples que pueden ser fácilmente absorbidos por las raíces de las
plantas. Algunas bacterias tienen la capacidad de fijar el nitrógeno del aire
en el suelo, poniendo también este elemento a disposición de las plantas.
El humus se
mantiene en equilibrio en los terrenos naturales, como los bosques y tierras
salvajes, sin embargo en las tierras donde se practica la agricultura o se
perturba los procesos naturales de sucesión vegetal, éste se paraliza o se
altera gravemente perdiendo el suelo la capacidad de mantener la fertilidad, lo
que obliga a una fertilización artificial.
Gases
Los
principales gases del suelo son el oxígeno, nitrógeno y dióxido de carbono. El
oxígeno es vital para el crecimiento de las plantas, las raíces lo absorben y
utilizan en los procesos metabólicos. Además, el oxígeno también es necesario
para que variados microorganismos y bacterias puedan realizar la descomposición
de la materia orgánica, y cuyos nutrientes podrán ser asimilados después por
los vegetales.
Por su parte,
el nitrógeno es un gas que se encuentra en los suelos combinado con la materia
orgánica, y aunque constituye alrededor del 71% de la atmósfera terrestre, en
esta forma no puede ser asimilado por las plantas. Para ello, es necesario que
se produzca en el suelo lo que se denomina nitrificación, consistente en un
fenómeno por el cual los restos de la materia orgánica nitrogenada de los
suelos (humus) o de la atmósfera, es convertida en nitratos por parte de
determinadas bacterias; los nitratos ya pueden entonces ser asimilados por los
vegetales. Todo ello forma parte de un ciclo, el denominado ciclo del
nitrógeno, en el cual el nitrógeno pasa de la atmósfera al suelo, de ahí a los
seres vivos, y posteriormente de nuevo a la atmósfera para repetir el ciclo.
Algunas
plantas, como las leguminosas (ejemplo del guisante), son capaces de realizar
el proceso de nitrificación y dejar nitratos en el suelo que podrán ser
aprovechados no sólo por las propias plantas, sino también por otro tipo de
cultivos posteriores que lo precisen. Podemos decir, pues, que las leguminosas
son capaces de "fertilizar" la tierra por si mismas.
Líquidos
La denominada
solución del suelo, o componente líquido de los suelos, es fundamentalmente
agua con añadido de diversas sustancias en disolución, tales como oxígeno y
dióxido de carbono.
El contenido
de la solución del suelo es primordial para el desarrollo de las plantas, pues
sólo a través de ese líquido pueden las raíces asimilar los nutrientes
contenidos en él. Se trata de una fórmula compleja, en la cual debe mantenerse
el equilibrio en nutrientes de la solución para poder decir que un suelo es
fértil; cuando las plantas no encuentran en esa solución los elementos que
necesitan para desarrollarse, se dice que el suelo es estéril.
Textura y
perfil del suelo
El perfil del
suelo es el conjunto de las capas o estratos denominados horizontes en que se
divide la estructura vertical del suelo. En el caso de las tierras agrícolas
que nos interesa estudiar, el perfil del suelo útil abarca solamente hasta
aquélla capa u horizonte que ya no puede ser alcanzada por las raíces de las
plantas.
El perfil del
suelo que colonizará las raíces de nuestras plantas, está compuesto por una
serie de elementos y partículas minerales de diferentes tamaños y propiedades.
La textura
del suelo es la relación existente entre las partículas minerales que lo
componen y el tamaño de éstas. Depende, por tanto, de la proporción de sus
componentes inorgánicos: arena, limo y arcilla. La textura es fundamental en la
capacidad impermeabilizante y de retención del agua, así como del mayor o menor
rendimiento del sistema radicular de las plantas para asimilar los nutrientes
de la solución del suelo.
La textura de
los suelos puede ser modificada mediante adecuadas labores agrícolas. Se
distinguen en la textura del suelo cuatro categorías principales de acuerdo con
el tamaño de los granos minerales que contiene: arena gruesa, entre 0,2 y 2
mm.; arena fina, entre 0,02 y 0,2 mm.; limo, entre 0,002 y 0,02 mm.; y arcilla,
cuando los granos son inferiores a 0,002 mm.
Saber cómo es
la textura del suelo es importante para el agricultor. De su conocimiento en
cuanto a componentes minerales y orgánicos, drenaje, aireación, etc., dependerá
el éxito en la producción de las cosechas.
No se puede
decir que exista una textura de suelo ideal, pues cada especie puede requerir
tipos de suelo muy distintos; unas precisarán buenos drenajes, como los
cereales; y otras no podrán crecer sin suelos muy húmedos, como la caña de
azúcar. Las condiciones adecuadas para cada una pueden conseguirse mediante trabajos
de acondicionamiento.
Por ejemplo,
en un suelo excesivamente arcilloso las plantas tendrán más capacidad de
asimilación de los nutrientes, pero será sin embargo demasiado impermeable y
encharcará el agua o lo mantendrá demasiado húmedo; para determinadas plantas
de secano es un suelo inviable y sería necesario facilitar el drenaje añadiendo
arena.
En el caso
contrario, un suelo esencialmente de arena gruesa tendrá un mínimo grado de
retención del agua, y la asimilación de los nutrientes por las raíces de las
plantas será mínimo o nulo; en la práctica es un suelo estéril.
Texturas
características
Existe una
clasificación internacionalmente aceptada sobre las texturas más
características de los suelos, en base a la proporción de las partículas que
contienen.
Se distinguen
las siguientes:
Arenosa
Es una
textura arenosa cuando contiene menos del 15% de arcilla. La característica
principal de este tipo de textura es su gran porosidad, cuyo efecto inmediato
es la percolación, es decir, la filtración de las aguas de lluvia o riego hasta
la capa freática (capa impermeable en que el agua se acumula y no profundiza
más). Otra característica poco deseable y citada anteriormente es su poca
fertilidad, motivada porque la solución del suelo lleva consigo los nutrientes
disueltos, impidiendo que las raíces puedan asimilarlos.
En los suelos
de arena fina se dan habitualmente los fenómenos de "costra" en la
superficie. Estos suelos pueden ser corregidos añadiendo arcilla y tierra de
bosque hasta conseguir una retención de agua adecuada al tipo de plantas que se
deseen cultivar.
Entre las
texturas arenosas se distinguen:
- Arenosa
gruesa
Con un máximo
del 15% de limo y arcilla, y más del 45% de arena gruesa.
- Arenosa
fina
Con menos del
15% de limo y arcilla, y máximo del 45% de arena gruesa.
Franca
Es una
textura franca cuando contiene menos del 25% de arcilla. Se trata de los suelos
más adecuados en términos generales para la práctica de la agricultura.
De todas
formas, la textura franca agrupa variadas composiciones entre un extremo y otro
de este tipo, según contenga más o menos arena, arcilla o limo y, por tanto,
puede ser más o menos adecuada dependiendo de la especie vegetal de que se
trate. En estos casos debe atenderse a las características del tipo de especie
que deseamos cultivar para conocer qué tipo de suelo franco es el más adecuado.
Entre las
texturas francas se distinguen:
-
Franco-arenosa gruesa
Con un máximo
del 15% de arcilla, de 15 al 35% entre limo y arcilla, y más del 45% de arena
gruesa.
- Franco-arenosa
fina
Con un máximo
del 15% de arcilla, de 15 al 35% entre limo y arcilla, y menos del 45% de arena
gruesa.
- Franca
Con un máximo
del 15% de arcilla, y más del 35% entre limo y arcilla (la cantidad de limo no
debe superar el 45% de la composición total).
-
Franco-limosa
Con un máximo
del 15% de arcilla, y más del 35% entre limo y arcilla (la cantidad de limo
debe ser superior al 45% de la composición total).
-
Franco-arcillo-arenosa
Con un 15% a
25% de arcilla, más del 55% de arena, y menos menos del 25% de limo.
-
Franco-arcillosa
Con un 20 a
45% de limo, y entre 15 y 25% de arcilla.
-
Franco-arcillo-limosa
Con más del
45% de limo, y entre 15 y 25% de arcilla.
Arcillosa
Es una
textura arcillosa cuando el contenido en arcilla es superior al 25%. Las partículas
de arcilla son visibles sólo al microscopio, y al mojarlas forman una masa
viscosa que puede moldearse. Se trata de los suelos menos porosos, pues pueden
contener gránulos de tamaño inferior incluso a los 0,002 mm. Esto significa una
capacidad impermeable o de retención del agua muy alta, provocando
encharcamientos.
Los suelos
arcillosos son muy pesados, se agrietan y compactan cuan se secan; en términos
de aprovechamiento agrícola, y salvo excepciones, forma suelos poco deseables
que necesitan acondicionamiento previo. Estos suelos se corrigen añadiendo
arena y tierra virgen de bosque; si la textura es demasiado arcillosa puede ser
necesario en ocasiones un sistema de drenaje suplementario.
Entre las
texturas arcillosas se distinguen:
- Arcillo-arenosa
Con un 25 a
45% de arcilla, y más del 55% de arena.
- Arcillosa
ligera
Con un 25 a
45% de arcilla, y menos del 55% de arena.
-
Arcillo-limosa
Con un 25 a
45% de arcilla, y más del 45% de limo.
- Arcillosa
pesada
Con más de un
45% de arcilla.
Identificación
visual de los suelos
En la mayoría
de los casos no es preciso ser un experto agrónomo para identificar visualmente
si un suelo es más o menos fértil, y por tanto apto para el cultivo. Aquel que
pretenda dedicarse a la agricultura como una ocupación familiar, ocasional o
para su propio consumo, puede obtener un rendimiento aceptable de su parcela de
terreno con escasos o ningún medio técnico, tan solo mediante la observación y
atendiendo a unos cuantos consejos.
Según los
componentes minerales y orgánicos que contienen los suelos, así presentan una
fertilidad, textura y aspecto diferentes. El color es un parámetro muy
interesante para identificar visualmente las características de un suelo. Como
norma general, los suelos oscuros son más fértiles que los claros. Esto está
motivado por la presencia de mucha materia orgánica, lo que denominamos humus,
y que no es más que restos vegetales y animales descompuestos por los
microorganismos.
Allí donde
existan hojas caídas, restos de plantas muertas, lombrices y otros animales
edáficos (propios del suelo), así como una humedad adecuada, darán lugar con el
tiempo a la formación de humus por la actividad bacteriana, que la descompone
lentamente, incorporándose más tarde al sustrato, mezclándose con él y dándole
ese color característico.
Hay que decir
no obstante, que existen tierras oscuras o negras que no son fértiles porque su
color no es debido a la existencia de humus. Por ejemplo, las tierras próximas
a una mina de carbón pueden ser negras, pero su color puede ser debido al
contenido de ese mineral, y que obviamente no da fertilidad al suelo. Otro
factor que puede oscurecer un suelo al margen de las materias que contenga, y
que no sería un indicio de fertilidad, es su extrema humedad permanente, lo que
en un principio podría intuirse al tacto.
Los suelos
rojizos, o castaño-rojizos suelen ser fértiles. Se trata de suelos que
generalmente contienen óxidos de hierro procedentes de la meteorización de las
rocas más antiguas, y que no se han visto sometidos a una excesiva humedad,
motivo por el cual no reaccionaron con el agua (si lo hicieran formarían suelos
amarillos). Estos suelos están habitualmente bien drenados y su nivel de
humedad es adecuado para el cultivo de variadas especies vegetales.
Lo comentado
es, como se ha dicho, en términos generales, pues existen algunas regiones del
mundo en que los colores rojizos pueden ser indicativos de la existencia de
minerales de reciente formación, los cuales no serían asimilables para las
plantas; en estos casos el suelo podría ser estéril.
Los suelos
amarillentos apenas son fértiles. Se trata de suelos que, al igual que ocurre
con los rojizos, contienen óxidos de hierro, pero en este caso la excesiva
humedad ha hecho que reaccionaran con el agua y formaran ese color. Es
indicativo de un terreno mal drenado.
Por su parte,
los suelos de color grisáceo pueden ser causa de una deficiencia de hierro,
oxígeno, o un exceso de sales alcalinas, las cuales sería necesario reponer o
corregir para la práctica del cultivo.
Los suelos
agrícolas
Los suelos
agrícolas son entornos que se ven sometidos a una actividad física y biológica
artificial, ya que son alterados continuamente por las labores humanas.
Para comprender el porqué un suelo
agrícola necesita especiales cuidados en comparación con los silvestres, en
donde los vegetales crecen libremente y aparentemente sin necesidad de
nutrientes externos, es adecuado una breve introducción sobre el concepto de
sucesión vegetal.
Interrupción
de la sucesión vegetal
Como ya se ha
dicho, los suelos agrícolas (también los sujetos a explotación para pastos)
están sujetos a las labores humanas, que modifican continuamente sus
características con objeto de obtener el beneficio de sus frutos. Estas
actividades interrumpen e impiden que se desarrolle de forma natural la llamada
sucesión vegetal. Durante este proceso, en un ecosistema, los distintos
vegetales nacidos aleatoriamente se ven sometidos a una lucha o competencia
constante entre sí por la supremacía y dominio del entorno llamada sucesión,
desde un suelo raso, pasando por distintas fases de pradera, arbustos y bosque,
hasta alcanzar un grado de estabilidad relativa llamado clímax.
Cuando los
vegetales alcanzan el clímax quedan perfectamente adaptados al suelo, luz,
clima, entorno, etc., y pueden mantenerse así por mucho tiempo sin más
necesidades nutricionales que las recibidas básicamente a través de sus raíces
y hojas, mediante un ciclo biológico basado en leyes ecológicas; todo ello
salvo que la estabilidad del clímax se vea interrumpida por algún fenómeno
externo que rompa el ciclo, ejemplo de lo que sucedería con un incendio, que
obligaría a los vegetales a comenzar otra sucesión y competencia por el
establecimiento de un nuevo clímax, o en el caso típico de deforestación de un
bosque para convertirlo en tierras agrícolas, que destruiría todo el equilibrio
de las especies contenidas en él durante muchos años de sucesiones vegetales.
Con esta
introducción se pretende explicar que en un suelo agrícola jamás se consigue
una sucesión vegetal, y mucho menos un clímax, pues las características de la
tierra y las plantas que se cultivan en ellas son continuamente modificadas
para obtener un provecho de ellas a corto plazo.
Lo más
parecido a una sucesión vegetal en una tierra agrícola, sería la que se produce
cuando se abandonan en barbecho por un tiempo para que se regeneren. En este
caso, los suelos quedan al arbitrio de la naturaleza; nacerán unas hierbas,
otras las ahogarán, aparecerán otras nuevas que conseguirán afirmarse algún
tiempo, el clima eliminará a las menos preparadas para soportar determinadas
temperaturas, o niveles de agua o sequedad, otras más fuertes sobrevivirán,
etc.; a esto se le llama sucesión.
Al final,
muchos años después, si el agricultor no comenzase de nuevo a trabajar ese
terreno, concluiría estableciéndose en él un clímax con aquellas plantas que
han conseguido superar todo el proceso de sucesión, en definitiva con las
plantas más fuertes y capaces, y así se mantendrían estables indefinidamente.
Sabido que en
un estado clímax las plantas son autosuficientes, se puede entender que en un
suelo agrícola se precisen realizar continuos trabajos de acondicionamiento del
suelo y aplicación de abonos o nutrientes, pues en estos suelos las plantas
asimilan y terminan por consumir los minerales que contienen, careciendo del
entorno típico de una asociación clímax para recuperarlos, debiendo por tanto
ser añadidos los nutrientes al suelo de forma artificial con objeto de que
estén disponibles para las siguientes cosechas.
Los abonos
Ya hemos
comentado las razones por las cuales un suelo agrícola debe ser mantenido en
sus correctos niveles de elementos minerales. Obtener una cosecha de la tierra
supone extraer de ella un conjunto de nutrientes que las plantas han necesitado
para formar sus tejidos.
Cuando se
recolectan patatas, tomates, plantas de flor, etc., dejamos los suelos carentes
de muchos elementos nutritivos que posiblemente serán necesarios para una nueva
plantación (aunque determinadas plantas, como las leguminosas, enriquecen el
suelo en nitrógeno). Es por ello necesario restituir esos elementos en cada
cosecha mediante abonos, sean minerales u orgánicos, o la tierra podría
agotarse de forma irreversible.
La adición de
elementos fertilizantes a los suelos agrícolas puede realizarse mediante abonos
minerales o sintéticos, aunque desde una perspectiva de cultivo biológico es
deseable la utilización de abonos orgánicos como los estiércoles y mantillos.
Estiércoles
Los
estiércoles son, desde una perspectiva de cultivo biológico, los abonos más
apreciados. Permiten mejorar la estructura del suelo, aportar mayor porosidad a
los suelos pesados de arcilla, evitar los encharcamientos pero manteniendo un
mejor nivel de retención del agua y, sobre todo, favorecer la proliferación de
microorganismos que colaboran en todo el proceso de nitrogenado y aireación de
las raíces.
Los
estiércoles están formados básicamente de los excrementos sólidos y líquidos
del ganado. Éstos, aunque podrían utilizarse en fresco, para un mayor rendimiento
necesitan fermentar y curar adecuadamente antes de su utilización. El proceso
habitual es formar una cama de paja y otros vegetales en la cuadra donde se
introduce el animal. La mezcla de los excrementos con los restos vegetales irán
creando una materia en descomposición, la cual dejaremos fermentar antes de
incorporarla a las tierras que deseemos fertilizar.
Mantillos
El mantillo
es un abono natural, también llamado estiércol artificial, producto de la
descomposición y fermentación de diversas materias vegetales, y que se puede
dejar formar directamente en el lugar donde se vaya realizar la aplicación.
Técnicamente, una vez fermentado tenemos humus.
La función
típica del mantillo es proteger las raíces de las plantas de las inclemencias
atmosféricas, alteraciones de la humedad, o temperaturas extremas, además de
facilitar la aireación y evitar la evaporación.
Las
características del mantillo en cuanto a riqueza en elementos fertilizantes
varía mucho de unas composiciones a otras, debido a los diferentes materiales
que se pueden utilizar. En general, el mantillo aporta nitrógeno y fósforo de
la misma forma que lo haría el estiércol, aunque posiblemente no posea tanta
cantidad de potasio.
Una gran
ventaja del mantillo es que las malas hierbas no suelen aflorar a través de él.
La utilización del mantillo en nuestro huerto o jardín es una buena opción
ecológica que merece la pena.
Turbas
La turba es
un mineral de origen orgánico. Es en realidad carbón escasamente petrificado
(un carbón muy joven). La turba, mediante la acción de los agentes geológicos,
se convertiría después de muchos miles de años en lo que hoy conocemos como
carbón mineral.
La
composición de la turba varía según el origen de las materias vegetales que
intervienen. Son generalmente ácidos y poseen muchos nutrientes aprovechables
por las plantas. La tierra de turba es un producto útil para el jardinero,
especialmente en la preparación de mezclas para semilleros, macetas,
jardineras, etc., aunque potencialmente caro. Es muy deseable para rebajar el
nivel de pH en las tierras agrícolas alcalinas; también para mejorar la retención
de la humedad y los suelos arcillosos muy pesados.
Degradación del suelo
1. La problemática de la utilización del
suelo. Concepto de degradación
Como se ha
expuesto en los temas anteriores, el suelo es un ente de la Naturaleza, cuyas
características son el resultado de una larga evolución hasta alcanzar un
equilibrio con las condiciones naturales. Y hemos de tener claro que en esas condiciones
ambientales no está incluida la acción de las civilizaciones humanas. El suelo
es un componente del medio natural y como tal debe ser considerado como un
suelo virgen, no explotado. Es evidente que su continua y abusiva utilización
por parte del hombre ha truncado su evolución y ha condicionado negativamente
sus propiedades. Como resultado el suelo se deteriora, se degrada.
Se considera
como degradación del suelo a toda modificación que conduzca al deterioro del
suelo.
Según la FAO
- UNESCO la degradación es el proceso que rebaja la capacidad actual y
potencial del suelo para producir, cuantitativa y cualitativamente, bienes y
servicios.
La
degradación del suelo es la consecuencia directa de la utilización del suelo
por el hombre. Bien como resultado de actuaciones directas, como agrícola,
forestal, ganadera, agroquímicos y riego, o por acciones indirectas, como son
las actividades industriales, eliminación de residuos, transporte, etc.
Actualmente
existe una fuerte tendencia que clama por una utilización racional del suelo.
Sus principios se agrupan en lo que se conoce por Conservación de Suelos. Las
teorías conservacionistas persiguen obtener máximos rendimientos pero con
mínima degradación.
El cuidado
del suelo es esencial para la supervivencia de la raza humana. El suelo produce
la mayor parte de los alimentos necesarios, fibras y madera. Y sin embargo, en
muchas partes del mundo, el suelo ha quedado tan dañado por un manejo abusivo y
erróneo que nunca más podrá producir bienes (FAO, 1976).
2. Tipos de
degradaciones
Dentro del
amplio concepto de degradación se distinguen una serie de degradaciones
diferentes.
2.1
Degradación de la fertilidad Es la
disminución de la capacidad del suelo para soportar vida. Se producen
modificaciones en sus propiedades físicas, químicas, fisicoquímicas y
biológicas que conllevan a su deterioro.
Al degradarse
el suelo pierde capacidad de producción y cada vez hay que añadirle más
cantidad de abonos para producir siempre cosechas muy inferiores a las que
produciría el suelo si no se presentase degradado.
Puede
tratarse de una degradación química, que se puede deber a varias
causas: pérdida de nutrientes, acidificación, salinización, sodificación,
aumento de la toxicidad por liberación o concentración de determinados elementos
químicos. El deterioro del suelo a veces es consecuencia de una degradación
física, por: pérdida de estructura, aumento de la densidad aparente,
disminución de la permeabilidad, disminución de la capacidad de retención de
agua. En otras ocasiones se habla de degradación biológica, cuando
se produce una disminución de la materia orgánica incorporada.
2.2 Erosión La erosión es la pérdida selectiva de materiales del suelo. Por la
acción del agua o del viento los materiales de las capas superficiales van
siendo arrastrados. Si el agente es el agua se habla de erosión hídrica y
para el caso del viento se denomina erosión eólica.
El concepto
de erosión del suelo se refiere a la erosión antrópica, que es de
desarrollo rápido. Frente a ella está la erosión natural o geológica,
de evolución muy lenta.
La erosión
geológica se ha desarrollado desde siempre en la Tierra, es la responsable del
modelado de los continentes y sus efectos se compensan en el suelo, ya que
actúan con la suficiente lentitud como para que sus consecuencias sean
contrarrestadas por la velocidad de formación del suelo. Así en los suelos de
las superficies estables se reproduce el suelo, como mínimo, a la misma
velocidad con que se erosiona.
Es más, es
muy importante destacar que la erosión natural es un fenómeno muy beneficioso
para la fertilidad de los suelos.
Efectivamente,
como es sabido, todas las propiedades del suelo, y por tanto su profundidad,
son consecuencia de una determinada combinación de los factores formadores. En
una determinada región aparecerá un suelo cuya profundidad será el resultado de
un clima concreto (temperatura y precipitaciones), sometido a la actividad de
unos determinados organismos, en un tipo de relieve, que actúan sobre una clase
de roca durante un tiempo. Si no actuase la erosión natural esa profundidad de
material edafizado se iría alterándose progresivamente cada vez más conforme el
suelo se fuese volviendo más antiguo y llegaría un momento que todos los
minerales originales se habrían transformado totalmente, ya no aportarían
ningún nutriente nuevo al suelo y este quedaría constituido por un residuo
totalmente infértil. Prácticamente toda la Tierra estaría recubierta de una
capa inerte, sin posibilidad de soportar vida alguna.
Afortunadamente
este panorama aterrador no se presenta precisamente debido a la erosión
geológica. Esta lenta erosión va decapitando lentamente las capas superiores de
los suelos con lo que va disminuyendo el espesor del suelo y este se va
progresivamente profundizando hacia capas más internas donde se encuentra el
material original sin transformar (para mantener su profundidad de equilibrio
con las condiciones ambientales). Así, de esta manera se van incorporando
continuamente nuevos materiales al suelo (materiales frescos, no alterados, con
abundantes minerales que al alterarse aportan nutrientes a los suelos). El tipo
de suelo será siempre el mismo (mientras no se produzca un cambio en las
condiciones ambientales) pero, ¡se irá desplazando con el tiempo!. Hacia el
interior de la tierra en los relieves planos y caminando lateralmente en los
relieves colinados (los valles se van ensanchando).
2.3
Contaminación Por último, el suelo se puede
degradar al acumularse en él sustancias a unos niveles tales que repercuten
negativamente en el comportamiento de los suelos.
La FAO define
la contaminación como una forma de degradación química que provoca la pérdida
parcial o total de la productividad del suelo.
El diccionario de la Real Academia
define la contaminación como la alteración de la pureza de alguna cosa, como
los alimentos, el agua, el aire, etc.
La acumulación de sustancias tóxicas
para los organismos suele producirse de una manera artificial, como
consecuencia de las actividades humanas, pero también puede ocurrir de manera
natural, la edafización libera sustancias contenidas en las rocas (heredadas o
neoformadas) que se concentran en el suelo alcanzando niveles tóxicos.
3.
Consecuencias de la degradación
La
degradación tiene importantes consecuencias. Veamos las referidas al suelo en
sí mismo y dejaremos las medioambientales y socioeconómicas para otras
disciplinas (avalanchas, inundaciones, empobrecimientos, migraciones, etc).
• Pérdida de
elementos nutrientes (N, P, S, K, Ca, Mg...). Puede ser de manera directa, bien
al ser eliminados por las aguas que se infiltran en el suelo o bien por erosión
a través de las aguas de escorrentía, o de una forma indirecta, por erosión de
los materiales que los contienen o que podrían fijarlos.
•
Modificación de las propiedades fisicoquímicas: acidificación, desbasificación
y bloqueo de los oligoelementos que quedan en posición no disponible.
• Deterioro
de la estructura. La compactación del suelo produce una disminución de la
porosidad, que origina una reducción del drenaje y una pérdida de la estabilidad:
como consecuencia se produce un encostramiento superficial y por tanto aumenta
la escorrentía.
• Disminución
de la capacidad de retención de agua: por degradación de la estructura o por
pérdida de suelo. Esta consecuencia es especialmente importante para los suelos
andaluces sometidos a escasas precipitaciones anuales.
• Pérdida
física de materiales: erosión selectiva (parcial, de los constituyentes más
lábiles, como los limos) o masiva (pérdida de la capa superficial del suelo, o
en los casos extremos de la totalidad del suelo).
• Incremento
de la toxicidad. Al modificarse las propiedades del suelo se produce una
liberación de sustancias nocivas.
En
definitiva, se produce un empeoramiento de las propiedades del suelo y una
disminución de la masa de suelo. Estos efectos tienen dos consecuencias
generales: a corto plazo, disminución de la producción y aumento de los gastos
de explotación (cada vez el suelo necesita mayor cantidad de abonos y cada vez
produce menos). A largo plazo: infertilidad total, abandono, desertización del
territorio.
Importancia
de la degradación del suelo y estado actual
La importancia de la degradación se
deduce de la importancia del objeto que deteriora. La FAO-UNESCO-PNUMA han
puesto de la relieve la extrema gravedad de este problema en numerosas
ocasiones y como resultado de la 1ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre
Desertificación, celebrada en Nairobi en 1977 elaboró la Carta mundial
de los suelos(http://edafologia.ugr.es/conta/tema10/recursos/cartams.htm)
A modo de resumen
podemos destacar los siguientes hechos.
El suelo es
un componente esencial del medio ambiente en el que se desarrolla la vida.
El suelo es
frágil, de difícil y larga recuperación (tarda desde miles a cientos de miles
de años en formarse), y de extensión limitada, por lo que se considera como
recurso no renovable. Un uso inadecuado puede provocar su pérdida irreparable
en tan sólo algunos años.
Se usa para
fines muy diversos: agricultura, ganadería, pastos y montes, extracción de
minerales y de materiales para la construcción, soporte para las
construcciones, eliminación de residuos, para actividades de ocio y recreo.
El problema
de la degradación del suelo no es un descubrimiento de nuestra civilización,
pues ya quedaba registrado en los documentos de los romanos y de los griegos:
Así ya Platón describía la destrucción del suelo como resultado de las
deforestaciones.
No obstante
en un principio el problema no era acuciante debido a la escasa densidad de
población y al hecho de que las civilizaciones primitivas se establecían en las
llanuras próximas a los ríos (suelos fértiles, con abundante agua y fáciles
comunicaciones). La espectacular explosión demográfica actual ha provocado la
roturación de tierras en relieves cada vez con pendientes más fuertes, fuertemente
degradables, y como consecuencia frenar la degradación del suelo se ha
convertido en uno de los grandes retos de nuestra civilización.
El suelo: erosión
La erosión de los suelos es un proceso
natural producto de la acción de los agentes atmosféricos, aunque esta acción
se ve fortalecida por las actividades humanas.
España es un
ejemplo de ese proceso desértico, con una cuarta parte de la superficie bajo
sus efectos, que provoca anualmente un millón de toneladas de pérdida de suelo
vegetal, causado mayormente por las características físicas de gran parte del
territorio, de marcada orografía y grandes extensiones de suelos arcillosos,
los cuales son fácilmente erosionables por la acción de las lluvias, apoyados
por el clima mediterráneo cuyos aguaceros se concentran fuertemente y en poco
tiempo.
Los agentes
causantes de la erosión
Durante el
proceso de erosión se arranca y transporta las capas superficiales de la tierra
vegetal. Los agentes externos causantes de la erosión y modelación de la
corteza terrestre son esencialmente: la intemperie; el viento (erosión
eólica); las aguas superficiales (erosiones pluvial y fluvial); las aguas
subterráneas; los glaciares; el mar y los organismos litófagos.
Erosión
eólica
La erosión
eólica es llevada a cabo por el viento y es cuantitativamente menos importante
que las demás; está condicionada a la ausencia de vegetación y a la presencia
de partículas sueltas en la superficie.
La
deflación se produce cuando el viento levanta los fragmentos sueltos del suelo;
la abrasión tiene lugar cuando dichos fragmentos chocan con la superficie de
las rocas y las desgastan; en las rocas de consistencia heterogénea la erosión
avanza más rápidamente en las zonas más blandas, produciendo una superficie
denominada alveolar.
Erosión
fluvial
La erosión
fluvial es la que llevan a cabo los cursos de agua continentales (ríos y
torrentes); la energía cinética del agua determina la intensidad de la erosión
y depende de la energía potencial, que se debe a la diferencia de altura entre
la zona donde discurre y el nivel del mar (nivel de base).
La energía
cinética no es uniforme a lo largo del curso del río y es mayor en el tramo
alto, de mayor pendiente, y menor en la desembocadura; ello determina una
erosión diferencial que modifica el perfil longitudinal del curso del río,
evolucionando hacia un modelo teórico, el denominado perfil de equilibrio, en
el que cada punto del mismo recibe por sedimentación la misma cantidad de
materiales que pierde por erosión. Los cambios de nivel de base (transgresiones
y regresiones marinas) determinan un nuevo perfil de equilibrio.
Erosión
glaciar
La
erosión glaciar se debe a la acción de los glaciares sobre las rocas de
la superficie; la erosión es mucho más intensa en el fondo de la masa de hielo
que en los costados, lo que determina el típico modelado de los valles
glaciares en forma de U.
Este tipo de
erosión se debe en parte a la abrasión producida en la roca del fondo por los
fragmentos que engloba el hielo, separados de la primera por una fina película
de agua; pero también interviene un mecanismo distinto, mediante el cual el
hielo pegado a la roca, sin agua fundida que los separe, arranca fragmentos de la
misma. Estructuras características que resultan de la erosión glaciar son los
circos glaciares, los valles colgados y los lagos de origen glaciar.
Erosión
marina
La erosión
marina es la que lleva a cabo el mar sobre las rocas del litoral; la acción
principal se debe al movimiento de las olas, cuya energía procede de la energía
cinética del viento. Las mareas tienen una actividad erosiva menos importante
pero por otra parte aumentan el área de actuación del oleaje al modificar
periódicamente el nivel del mar.
La erosión
que llevan a cabo las olas se debe en parte al choque del agua contra las rocas
y también a la abrasión que ejercen los fragmentos que arrastra el agua y que
proceden de la misma roca erosionada. Las formas erosivas más características
son los acantilados y las plataformas de abrasión.
Las
actividades culturales humanas favorecen la acción de los agentes naturales de
la erosión
Pero no son
estos los únicos agentes y factores causantes de la erosión, el hombre con sus
actos de tipo cultural y económico, ha fortalecido la acción de los agentes
naturales. En gran parte del planeta se realizan prácticas agrícolas que
contribuyen a la erosión de los terrenos.
La
repoblación masiva de especies de crecimiento rápido en base al interés económico
que ello representa, como son los eucaliptos, contribuyen a la decadencia de
los suelos por su corto arraigo y mínimo aporte, ya que el tiempo es parte
fundamental para su formación, además de ser especies de fácil combustión. Todo
ello en detrimento de las especies de frondosas de hoja perenne o caduca,
buenas formadoras de suelos.
Ecosistema del suelo
El suelo debe ser estudiado también como
un ecosistema, aunque restringido, dentro de otro más general. Existen factores
edáficos, es decir, propiedades físicas y químicas del suelo, que tienen una
acción sobre los seres vivos que lo habitan. Las características físicas se
refieren a profundidad, inclinación, composición, etc. Por su parte, las
características químicas están referidas a las materias circulantes por ese
medio, tales como agua, gases, sustancias minerales y orgánicas.
Las especies
que huyen de la luz encuentran en este hábitat un refugio ideal. En cuanto al
oxígeno, éste desciende progresivamente conforme se avanza en profundidad,
aumentando a su vez el dióxido de carbono, algunas bacterias habitan esas zonas
del suelo donde se produce la anaerobiosis (carencia de oxígeno).
Las
comunidades edáficas, es decir, los habitantes de los suelos, tienen
representantes de todos los reinos de seres vivos. Un nivel del suelo llamado
rizosfera, está colonizado por los órganos subterráneos de las plantas.
Bacterias, hongos y protistas fotosintéticos (algas unicelulares) constituye la
microflora edáfica.
Las bacterias
pueden suponer una densidad de varios miles de millones por gramo de suelo, muy
superior a la de los hongos que pueden representar unos cuantos cientos de
miles. En cuanto a los protistas heterótrofos (protozoos) son los
representantes de menor entidad en la micro fauna edáfica.
Los
invertebrados tienen amplia representación en la fauna hipogea , anélidos,
rotíferos, nemátodos, insectos (colémbolos, isópteros, coleópteros, ortópteros,
himenópteros), arácnidos (ácaros, arañas), miriápodos (ciempiés y milpiés) y moluscos
(caracoles y babosas). Todos ellos colaboran en el cierre del ciclo de la
materia, transformando las características físicas del suelo, descomponiéndolo,
mineralizando la materia orgánica, y disponiéndola para ser absorbida por los
vegetales.
Por su parte,
entre los vertebrados habitantes del suelo se encuentran presentes los animales
excavadores: topos, conejos y diferentes especies de roedores. Estos animales
influyen favorablemente en el sustrato realizando excavaciones y galerías.
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